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Las y los mexicanos hemos sido convocados para que, el próximo primero de junio del presente año, asistamos a ejercer nuestro voto en la primera elección judicial en la historia de nuestro país. Durante los últimos meses, hay quienes han notado las deficiencias de la elección, han expresado su repudio a la misma y han declarado que no ejercerán su derecho a votar. Incluso hay quienes han ido un paso más allá y han denominado a la elección judicial como un fraude o una simulación.
Comúnmente, los mexicanos expresan su rechazo a través de la abstención en procesos electorales, en lugar de construir proyectos alternativos que puedan representar una verdadera expresión de sus ideales e intereses. En su obra El ogro filantrópico, Octavio Paz explicó que, en la década de los setentas, los partidos opositores no lograron organizar una verdadera fuerza de resistencia frente al partido dominante, puesto que el descontento de la población se expresaba a través de la abstención: “El descontento del pueblo mexicano no se ha expresado en formas políticas activas sino como abstención y escepticismo”.
Es cierto que la elección judicial cuenta con deficiencias monumentales: la selección de perfiles inadecuados, la nula promoción de la elección y la dificultad para explicar la dinámica para votar, por mencionar algunas. A pesar de estas dificultades, es importante considerar lo que está en juego: el futuro de la institución que representa el mayor contrapeso al resto de los Poderes de la Unión.
Por lo anterior, resulta indispensable crear las circunstancias para la promoción de la participación ciudadana en esta última oportunidad de crear un impacto.
La elección de junio próximo es nuestra oportunidad como ciudadanos para exigir, a través de nuestro voto, un Poder Judicial autónomo e independiente del resto de los poderes. Dentro de las listas de candidatos, se encuentran hombres y mujeres que buscan transformar al Poder Judicial, para así convertirlo en una institución que trabaje en favor de todas las personas.
